Mendoza es el gran epicentro de la industria vitivinícola de nuestro país. Pero alzarse con ese título tan importante le demandó a la provincia más de 400 años y un camino bastante largo. En esta nota queremos contarles los puntos más sobresalientes de la historia del vino en Mendoza, desde la llegada de las primeras vides hasta lograr convertirse en el gran productor del país.
Mendoza: sus inicios con el vino
La elaboración de vinos en Argentina está muy relacionada con la religión. Sus comienzos se remontan al siglo XVI cuando arribaron sacerdotes católicos y establecieron viñedos cerca de sus monasterios para tener vino para celebrar las misas. Unos años después, se trasladaron a la región de Cuyo donde se encontraron con una zona con características muy favorables para el desarrollo productivo de la vid.
Hasta mediados del siglo XIX, la elaboración de vino era totalmente doméstica y precaria. Sin embargo, su producción fue cada vez más importante y se concentró mayormente en Mendoza. Con la llegada del ferrocarril, sumado al hecho de que se consumía poco y existía un excedente, se decidió buscar nuevos mercados y abrir rutas comerciales hacia distintos puntos del país, principalmente Buenos Aires.
En 1853 se creó la Quinta Normal de Agricultura de Mendoza, una estación experimental que pretendía introducir nuevas variedades de cepas europeas y difundirlas en la región para ampliar la producción. Michel Aimé Pouget fue el director de la Quinta y el primero en plantar cepas francesas en la provincia, como el Malbec, propagar su cultivo y enseñar nuevas técnicas para la elaboración.
Los inmigrantes italianos y españoles que arribaron al país también dejaron su impronta en la industria vitivinícola. Las precarias bodegas de adobe y techos de caña se convirtieron en construcciones de ladrillos, cemento y metal, sumado a la incorporación de nuevos sistemas de riego.
Estas implementaciones hicieron que la actividad vitivinícola continuara creciendo y se consolide como el principal motor de la economía mendocina. Según el censo de 1895, había 15 mil hectáreas de viñedos y 400 bodegas en la provincia, que elaboraron un total de 28 millones de litros de vino.
Donde estamos hoy: Valle de Uco
La etapa moderna de la industria del vino mendocino surgió en los 90. Las bodegas con tradición europea que producían vinos comunes en enormes piletas ya no servían más. Los avances científicos y tecnológicos, así como las nuevas tendencias de consumo, derivaron en un cambio rotundo. Las nuevas bodegas comenzaron a realizar vasijas más chicas para poder experimentar y hacer un vino especial. El negocio viró hacia otro concepto: se pasó de producir en cantidad a optar por la calidad.
Si bien el vino producido en el Valle de Uco tiene una historia de más de 100 años, su reconocimiento explotó gracias a ese cambio. En el Valle empezaron a surgir ejemplares muy diferentes a los elaborados en el resto de la provincia, lo que posicionó a la región como favorita. Otro factor también clave en esta explosión fue la tendencia a nivel mundial hacia la elección de vinos más frescos, con mejor acidez y más fluidez, como los producidos en nuestro terroir.
La industria vitivinícola del Valle de Uco tiene mucho potencial para seguir creciendo aún más. Hoy se están tomando nuevos caminos para ofrecer a los consumidores vinos de mayor calidad y se trabaja arduamente para continuar posicionando a nuestro terroir en todo el mundo. Hay mucho trabajo por delante, es cierto, pero la buena noticia es que ese crecimiento todavía no ha encontrado su techo. Ni creemos que lo hará.