Guardar un vino para una ocasión especial o disfrutarlo en el corto plazo es una decisión personal que no obedece a ninguna regla matemática. Pero más allá de que es un proceso paulatino e inocuo, no todos los vinos evolucionan igual. En esta nota te contamos las particularidades de cada cepa.
A menudo solemos pensar que conservar un vino en casa para más adelante es garantía de que al momento del descorche tendremos un vino de mejor calidad. Y eso no siempre es así, ya que si una bodega decide colocarlo en el mercado, significa que es un vino que ya está apto para tomar. De todas formas, decidir guardarlo por algunos meses o incluso años, tampoco implica que estemos haciendo algo mal. Pero sí es cierto que las cualidades, al cabo de un período largo, por lo general, se van modificando.
La capacidad de guarda de un vino está supeditada a tres cuestiones intrínsecas: la graduación alcohólica, su acidez o PH y su estructura fenólica. Cuanto más tenga de estas tres “defensas naturales” más preparado está para soportar el paso del tiempo y, dada su mayor estructura y acidez, mejor se prepara un vino para la guarda. Si decidimos consumirlo en el transcurso máximo de un año, “estaremos ante un vino jóven, cuya virtud es la vivacidad dada por el color, la frescura, la acidez y las notas de fruta”, dice nuestro enólogo Bernardo Bossi Bonilla. De esa manera, se podrán disfrutar todas esas cualidades brillantes y frescas. Por el contrario, si decidimos beber un vino añejo, los aromas frescos no estarán tan presentes y el color tenderá a perder brillantez y juventud.
Sin fecha de vencimiento
Una de las principales virtudes del vino es que se trata de una bebida que va a durar, que no se pone fea y cuyas condiciones físico químicas se mantienen estables a lo largo del tiempo.
“El vino no se vence y es inocuo, por eso, guardarlo es algo muy personal”
Bernardo Bossi Bonilla, enólogo Alba en los Andes.
Tiene una evolución gradual y lenta y en ese proceso lo que se van perdiendo son las cualidades organolépticas; el aroma en el vino blanco y el desgaste del color en los vinos tintos.
Tiempo de guarda de acuerdo al tipo de vino
Vinos blancos:
Dado que están muy poco preparados para la guarda puede que su evolución no sea la más favorable. Si tomamos como ejemplo el sauvignon blanco con aromas a ruda, cítricos y espárragos, al cabo de dos años esos olores se van a perder transformándolo en un vino parco. La variedad chardonnay es la que mejor se presta para guardar aunque es necesario tener en cuenta su acidez, su estructura y su origen. “Si no se trata de un chardonnay de alta gama hay que consumirlo en el corto plazo porque la mayoría de los vinos blancos carecen de estructura fenólica para soportar el paso del tiempo”, sugiere nuestro enólogo.
Vinos tintos jóvenes:
Como que están pensados para el consumo rápido su característica es no tener demasiada concentración fenólica y por eso, no van a tolerar demasiado el paso del tiempo. En cambio, sí lo hacen aquellos con mayor estructura, buena acidez y alta graduación alcohólica diseñados previamente como vinos de guarda.
Espumantes:
Los que corresponden a la elaboración tradicional,-aquéllos que tiene la segunda fermentación dentro de la botella- están protegidos por un gas carbónico que genera espuma. Las bodegas realizan el degüello o limpieza de estas levaduras y a partir de allí pierden su capacidad de guarda. “En ese momento comienza la cuenta regresiva para consumirlos”, explica Bossi Bonilla.
Ahora que ya sabes que los vinos no tienen fecha de vencimiento podes elegir cuál es el mejor momento para descorchar. Y recordá que, jóvenes o añejos, ¡se disfrutan igual!